DETRÁS DE
LIECH ANTEL




“Liech es mi vida antes de perder lo que más amaba” “Antel es mi vida después, la que me permitió resurgir”
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Cuando empecé con mi marca, tuve claro una cosa: no quería llamarme "Coco Noticci", ni "Agua Salada", ni "Sirena". Los diseñadores de moda somos artistas, igual que un Picasso o un Van Gogh. Si ellos firman su obra, ¿por qué yo no? Yo quería decir: "Esto es un Liech". Porque aunque la moda a veces parezca superficial, lo que hacemos es arte.
Pero Liech Antel no es sólo un nombre comercial. Es la cicatriz y la sanación. Es el antes y el después de la mujer que soy.
“Lich” viene de Alicia, el nombre de mi madre, la matriarca. Pero en mi casa, ser Alicia era ser una más: mi mamá, mis sobrinas, todas eran Alicia. Y yo siempre quise ser diferente. Desde niña, siempre he sentido la necesidad de serlo. Y mi nombre, Alicia, fue el primer lugar donde busqué esa diferencia.
Para mí, Alicia es mi madre, ella es única. Por eso, yo necesitaba ser otra.
El nombre que me define y me salvó fue un apodo nacido de una broma de mi hermano José, el otro gran amor de mi vida que ya no está conmigo. En nuestro Acapulco natal, había un restaurante llamado 'Doña Licha' y él me molestaba sin parar diciéndome “Licha”, sabiendo que me hacía enojar muchísimo. Para detener su bromita, él mismo propuso: 'Vamos a quitarle la “A” y te diré Lich'. Así, lo que empezó como un juego se transformó en nuestro código, una clave de complicidad eterna que ni el tiempo ha podido borrar. Lich se convirtió en mi identidad propia; una versión pequeñita de mi mamá, sí, pero absolutamente única.


Al entrar a la universidad, dejé atrás el 'Alicia' y ese código secreto que compartía con mi hermano se volvió mi única carta de presentación: le dije a todo el mundo, 'Me llamo Lich'. Y no era una pose, o sea, era mi yo auténtico, mi verdad sin filtros. Fue justo en esa etapa de la carrera donde decidí deconstruir todo ese concepto. Me revolucioné por completo y, pensando en la estética y en la estrategia comercial que necesitaba mi imagen, transformé el apodo. Pero esa estrategia iba mucho más allá del business. Al transformar esas letras, estaba autónomamente forjando a mi yo futura: una mujer más fuerte, más auténtica, suficiente y lista para el mundo. Sin darme cuenta, estaba diseñando mi propio destino,a la mujer que yo quería ser: LIECH.
Si, Liech es la versión de mí misma que se forjó en mi primera vida, Antel es el ancla de la segunda.
Cuando conocí a mi esposo, el "güero" (Stefan Antel, de donde viene Antel), mi vida estaba destruida. Mi mamá y mi hermano acababan de morir. Estaba en una depresión profunda, sola, perdida, sintiéndome una huérfana. El "güero" fue quien me ayudó a volver a querer vivir y no sentirme sola.
Yo tenía miedo. Tenía un profundo terror a la tierra donde me habían lastimado. Él llegó a decirme: "Deja la tierra, deja tus miedos y a la gente que te hizo daño". Me llevó a vivir al mar. Por eso el nombre lleva su esencia.
Antel es mi agradecimiento y mi sanación. Gracias a esa vida frente al mar, donde empecé a nadar y a sanar. Mi alma, pudo reconstruirse.


“Liech es mi vida antes de perder lo que más amaba” “Antel es mi vida después, la que me permitió resurgir”
Liech Antel es la mujer que soy ahora: una fusión de mi pasado (el legado y el dolor) y mi presente (la sanación y el amor a la vida y a la gente que amo). Hoy puedo hablar de esto; hace unos años, no podía. Es el resultado de años de terapia, retiros espirituales, y un trabajo inmenso dentro de mí.
El valor de humanizar la marca es precisamente para quitarme la máscara que a veces me ponen. Esa de "la niña fresa mantenida que le pusieron un negocio". Y eso, sinceramente, me duele.
No es suerte. Es lo mínimo que me merezco por todo lo que he sufrido, por todo lo que he perdido y por todo lo que le he chingado. Yo creo que la vida es 10% suerte y 90% trabajo.
He sacrificado mucho por este sueño. He sacrificado hasta mi vida con el “Güero“, viviendo temporadas lejos, porque no puedo dejar la marca. Me rehúso a ser una mujer abnegada ama de casa. He invertido, he pagado, y a veces todavía me pregunto si estoy haciendo lo correcto. Pero en el fondo sé que si haces las cosas con buena intención, si trabajas y si no lastimas a nadie, la fórmula siempre será 1+1=2.
Sé que la magia va a pasar. Tiene que pasar. Estoy aquí porque me lo gané, no tengo palancas ni conexiones. Estoy aquí porque luché, y eso es lo que intento transmitir en cada pieza: un esfuerzo, un sacrificio, un pedazo de mi alma que ya no tiene miedo.
Y ese es el verdadero significado, la verdadera historia de Liech Antel.
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